Las inundaciones en Murcia. La Riada de Santa Teresa

La Riada de Santa Teresa, es, sin duda, una de las inundaciones más importantes que ha sufrido la Cuenca del Segura, llegando a ser considerada por muchos como la más terrible jamás vivida. Y es que efectivamente ésta es una de las riadas más destructivas de la crónica murciana.


Los documentos recogen datos escalofriantes. Se supone que en solo 2 horas el cauce del Río Segura alcanzó los 1.890 m3/s (sobre todo teniendo en cuenta que actualmente, más de un siglo después, el caudal supuesto para soportar es de 400 m3/s) y todas las localidades cercanas a la cuenca sintieron sus devastadoras consecuencias, desde el inicio del río en su zona estanca hasta las últimas poblaciones en Alicante, ante la desembocadura en Guardamar. 761 personas desaparecidas en Murcia, 13 en Lorca, 2 en Librilla y 1 en Cieza. Además más de 7.000 familias murcianas que quedaron en la miseria, 5.762 viviendas completamente destruidas, entre casas y barracas, 22.469 animales muertos y la población de Nonduermas completamente desaparecida.

Las Causas

La tragedia se fraguó en la mañana del 14 de octubre de 1879, en la Sierra de las Estancias, donde durante 2 horas diluvió de tal forma que se llegó a contabilizar hasta 12.500 metros cúbicos por segundo durante la primera hora en la que las nubes arrojaban el agua a torrentes, al igual que en la vertiente norte de la Sierra de Almenara, y del Cabezo de la Jara, y en la de Filabres y Cabrera, que inundarán los términos de Huércal-Overa y Cuevas de Vera, en Almería.

Se estima que hubo puntos de la cabecera del Guadalentín, donde se llegaron a recoger en torno a 600 mm en una hora. Este dato se basa en uno de los apuntes historicos disponibles de aquella mañana:

"A ocho kilómetros de Vélez Rubio y tres de las sierras de las Estancias, existe el cortijo de Calderón, con un espacioso corral: en su centro había aquella mañana una caldera de cobre, de forma de prismático-rectangular, cuyas dimensiones eran de dos metros de largo, medio de ancho y setenta centímetros de profundidad. Al empezar la lluvia se encontraba del todo vacía y lejos de las paredes del corral; cuando hacía una hora que las nubes arrojaban el agua a torrentes, dispuso el dueño del cortijo trasladar la caldera al interior de la casa para recoger en ella la goteras que amenazaban anegar la planta baja, y vio que no sólo estaba completamente llena, sino que rebosaba por todas partes".

El golpe de agua llegó primero al pantano de Puentes, que también recogió de la no menos crecida rambla de Caravaca. Se ha calculado en 1.700 metros cúbicos por segundo el agua que llegaba a este pantano, aunque investigaciones recientes lo calculan en 4.000 metros cúbicos por segundo.


El frente de la riada llegó a Lorca a las dos y media de la tarde de ese fatídico 14 de octubre de 1879. Aquí, la lengua de agua, de más de veinte kilómetros y un caudal calculado de 1.450 metros cúbicos, rebasó los pretiles del puente de la carretera de Águilas. Quebró el muro de San Cristóbal y un brazo de agua cruzó las calles y casas de este barrio hasta alcanzar el canal de Tercia. Otro, buscando el cauce de Tiata, derribó el murallón e irrumpió violento en el populoso barrio de Santa Quiteria. Los dos brazos se reencontraron después en el Guadalentín.

Siguiendo con su avance, ya en Totana, destrozó el puente de hierro que había en la carretera de Cieza a Mazarrón, las presas del Paretón y con nuevos desbordamientos arrasó los campos, casetas y barracas en las vegas de Totana, de Alhama y de Librilla.

Mientras, las precipitaciones en la cabecera del Segura también hacían de las suyas. Por Caravaca y Cehegín las aguas causaron grandes destrozos; el río Mula cegó los veneros del barranco de Ucenda y destruyó gran parte de la presa vieja; Y el Mundo y el Alto Segura habían dañado las tierras ribereñas. Por lo que el aumento de caudal del Segura se hacía también evidente, y ya en Cieza fueron en poco tiempo destruidos los frutales, y quebradas las acequias y obras de defensa.

La riada a su llegada a la capital

Sobre las 9 de la noche el caudal del Reguerón, desbordado por ambas orillas, inundó Beniaján por su margen derecho, mientras que por su lado izquierdo cubría toda la huerta hasta el Segura, haciéndose una única corriente que se separó en las Puertas de Murcia tras destruir la Raya, Puebla de Soto y Aljucer, además de Rincón de Seca, Nonduermas y Era Alta. Finalmente convergió a las dos de la madrugada sobre el Barrio del Carmen irrumpiendo el agua por la calle Cartagena y por la Alameda de Colón, precipitándose al río Segura por el Molino de las Veinticuatro Piedras donde el agua encontraba su punto más culminante.


En este momento la ciudad de Murcia está rodeada. El teniente alcalde mandó entonces el repique de las campanas de la Catedral y pronto lo secundaron las de todas las parroquias y conventos. La ciudad quedó a oscuras, con la fábrica de gas totalmente inundada.

El Segura, que por su margen izquierdo había inundado La Albatalía llegando a Espinardo, Churra, Monteagudo, Puente Tocinos y El Raal, estrechaba a Murcia por el Oeste y por el Norte. El mayor frente de las aguas se adueñaba del Malecón saltando al centro de la ciudad e inundando dos barrios completos, junto con multitud de calles y plazas. El hospital, la cárcel y el instituto quedaron bajo el agua. Frente al Palacio del Almudí llegó a subir el río hasta diez metros y medio sobre su base, lo que equivale a setenta centímetros más alto que las calles. Era un caudal de unos 1.890 metros cúbicos por segundo según se pudo constatar por la mañana cuando, tras un descenso a 1.640 metros cúbicos, marcaron la cima de la onda en 1.700 metros cúbicos, y que pudo haber sido mayor si las crecidas de los afluentes de la cabecera del Segura no hubieran llegado cinco horas más tarde.


Otras fuentes calculan el enorme caudal del Segura a la altura de la ciudad de Murcia en 2.500 metros cúbicos por segundo para esa noche, sólo equiparable con el de la riada de San Calixto del 14 de octubre de 1651 y la de San Quintín, del 31 de octubre de 1923. Se estima que el Guadalentín vertió al Segura 1.300 metros cúbicos por segundo.

Finalmente, la riada continuó hasta alcanzar Orihuela, donde el caudal del Segura alcanzó los 2.000 metros cúbicos por segundo y alturas históricas, llegando en algunas calles a los 3,80 metros y alcanzando los primeros pisos de los edificios, y la vega baja del Segura, siguiendo con su destrucción y afectando a quince municipios hasta la desembocadura del río en Guardamar.

La superficie total anegada se calcula en unas 8.000 hectáreas de la vega murciana. Otras fuenten señalan 12.000 hectáreas y 24.000 hectáreas, sumando el Guadalentín y el Segura, con una altura de dos metros y medio en las inmediaciones de Nonduermas. Además, los parajes más profundos de Aljucer, Era Alta, La Raya, Puebla de Soto y Rincón de Seca quedaron cubiertos por dos metros de aguas fangosas, llegando a un metro y medio en la mayor parte inundada.

La Ayuda

Semejante catástrofe trajo también un movimiento de ayuda jamás conocido hasta entonces.  En el mismo día de la riada, José Martínez Tornel, director de El Diario de Murcia, puso en marcha una campaña benéfica para recaudar dinero y recoger ropa para los afectados por la inundación. Es difícil que Tornel pudiera llegar a imaginar la gran repercusión que iban a tener sus suplicas.

Varias personas y empresas se dedicaron a realizar recolectas benéficas para los damnificados, como fue la organizada por la prensa murciana que recogió dinero de toda España hasta 1884. Destaca a su vez la figura de José María Muñoz, un acaudalado murciano que donó 500.000 pesetas a la Región de Murcia y 2.000.000 de reales a la ciudad de Orihuela. 

Además, la riada también motivó una campaña internacional, y hasta incluso el Comité de la Prensa Francesa editó en diciembre el periódico Paris-Murcie, en el que escribirán Víctor Hugo, Daudet y Zola, entre otros, que fue un magnífico vehículo para sacudir las conciencias en beneficio de las víctimas, siendo Francia uno de los países que más se volcó en la ayuda. Aunque en realidad hasta 33 paises llegaron a volcarse con los damnificados, algo totalmente inédito hasta esa fecha.